Buscar neste blog

mércores, 29 de maio de 2013

Hora de escribir no IES Nosa Señora dos Ollos Grandes



Saúl Buján Souto

Volvió a sentir aquella satisfacción, aquella sensibilidad oculta para hacer soñar, imaginar, pensar, reír, llorar; vivir.
   Era el estreno de su cuarta película. Cada vez que dirigía una, se sentaba en la butaca gris, la de aquel cine de las afueras, y la veía como una cinéfila más. Positividad Raudales, de las primeras mujeres en acumular tal cantidad de citas en su palmarés, se caracterizaba por sus tragicomedias, de momentos en las que los protagonistas sacaban partido a las situaciones más adversas, dándoles la vuelta como una planta buscando la luz para sobrevivir, la ecuación perfecta con la que escalar la montaña de la vida.
   Cuando acabó, la inevitable prensa le preguntó sobre cómo se había sentido esta vez.
   Como siempre, ella se limitaba a responder:
   -Como la última
   Por supuesto, su vida no era perfecta. Su carácter bohemio y estrafalario, le hacía ganarse enemigos y detractores. La crítica siempre se cuestionaba sobre su posible efímero éxito, dejando perlas como: "El círculo, primera y última gran película de Raudales" o "Querida Positividad, ya ha hecho suficiente, dedíquese a vender fruta". Y siempre se equivocaba.
   Precisamente, aquella última crítica, era en lo que pensaba cuando despertó a oscuras. Se encontraba atada de pies y manos. A pesar de la ausencia de luz, distinguía claramente entre las sombras un escritorio, sobre el que se encontraba una lámpara. Curioso cuanto menos, ya que no conseguía ver ni un solo enchufe.
   Podía ser un zulo o un viejo establo perdido. Cualquier otra persona podía haber perdido los nervios, sufrido un ataque de ansiedad, pero no ella. Si por algo llamaba la atención el carácter de la acaudalada directora, era por su tranquilidad. Serena, pensó en lo último que recordaba anterior a su sueño. La fase REM le había traicionado. No era posible que se hubiese quedado maniatada así como así. Pero, ¿que pasó antes?
   -La película, el cine, - pensó-las preguntas de la periodista... o quizás un hombre.. tenía una voz afeminada, era alto (o alta) y no lo recordaba de otras ocasiones... después, ¿que ocurrió?... ¡ah, aquella fuente!... no suelo pasar por allí, fue completamente nueva para mí...
   Recuerdos que no le transmitían más que curiosidad, ni relación con su situación, ni sentido, recuerdos que se veían interrumpidos por lo actual.
   Acababa de escuchar un sonido extraño. La luz se había encendido. Podía ver en la pared un gran lienzo, lleno de figuras geométricas colocadas sin orden, alocadamente, en los tonos más diversos que podía imaginar. Solo le llamaba la atención un círculo en color burdeos... Aquel círculo..
   -El círculo.- pensó. Ese era el título de su primera película, la de aquella madre que tenía fe y esperanza cuando perdió a su único hijo- El círculo- dijo en voz alta.
   Las luces se volvieron a apagar. Quizá ahora sus secuestradores se habían preparado para torturarlo. A decir verdad, la hipótesis de que la habían secuestrado estaba ahí, pero no tenía prueba alguna. Y las luces se volvieron a encender.
   La sala-zulo seguía vacía, escritorio, lámpara y lienzo aparte. Este último había cambiado. Ahora sólo tenía una línea.
   Se lo tomó como otro acertijo. Le resultaban entretenidos y muchos seguidores le enviaban a su mail varios. Podía tener ciento cincuenta al día, lo que hacía que su cuenta, positividadr@imaginando. com, fuese de las más conocidas.
   El anterior era el título de su primera película, y éste... era el segundo. Lo acertó rápidamente, quizás por su relación con el anterior.
   Así, a su acierto con El círculo y La línea de la vida, le siguieron En paralelo y Rimándole al sol.
   Pero hubo un quinto acertijo. El lienzo estaba en blanco, como su mente. No lograba entender nada, ya que su cuarta película se había estrenado ese día.
   Tenía que establecer relación entre el lienzo en blanco y algo, pero le faltaba ese "algo". Pero debía seguir fiel a su filosofía, ser la planta buscando la luz solar, ser la ecuación perfecta, con infinitas soluciones, escalar la montaña de la vida.
   -La montaña de la vida,- pensó, para luego gritar a pleno pulmón- La montaña de la vida.
   Las luces se apagaron por sexta y última vez.